La famosa carretera Austral (primera parte)

Después de unas más que moviditas 2 horas y media en barco, el equipo Mancilla y yo llegamos a Villa O´Higgins. Lo primero que hicimos, por supuesto, fue entrar en un mini market y ponernos las botas a galletas de chocolate y panecillos con salchicha. También compramos comida para dos días y en poco tiempo los ciclistas ya estábamos sobre la bici dirección a nuestra próxima parada, el pintoresco pueblo de Caleta Tortel mientras los nuevos componentes del grupo que iban haciendo dedo, se quedaban en un hostal para salir temprano a la mañana siguiente. Antes de salir a pedalear, nos tomamos la foto de rigor con el cartel de Villa O´Higgins.




El inicio de la carretera es muy bonito, con muchísimos glaciares y cascadas a lo largo del camino.



Esa noche dormimos en una casa abandonada al lado de un río que muchos ciclistas han visitado y transformado en un refugio de madera con espacio para dos o tres personas.



Allí encontramos a un ciclista francés que con su bicicleta del Decathlon se dirigía hacia el fin de la carretera y a los días de espera e incertidumbre previos a pasar el Lago O´Higgins. Después de intercambiar anécdotas y consejos para el viaje, plantamos las tiendas fuera y nos cocinamos una sopa de arroz. Al día siguiente tocaba la etapa reina, 95 kilómetros de puro rípio con 1300 metros de desnivel.



Nos levantamos a las 4, para poder llegar al ferri de las 11 en Río Bravo dirección Puerto Yungay. Justo antes de llegar nos adelantaba Roberto (el chico de Perú) , que había cogido un bus junto con una de las parejas de chilenos que conocimos en Candelario. Comimos al llegar y conversamos hasta que fueron llegando Iris (la chica de Taiwan) y Strath (un australiano la mar de majo con quien coincidimos los dos últimos días de la aventura de Candelario). Todos juntos subimos al ferri, y las dos horas que duró me las pasé compartiendo aventuras con Dani, una preciosa chica alemana instalada en Perú que andaba descubriendo los rincones mas australes del conitnente. Llegamos a Puerto Yungay y empezamos los 10 kilómetros más duros del día. Pura subida con rampas que llegaban hasta el 20% y que me hicieron bajar de la bici hasta en 3 ocasiones. Pero todo lo que sube, baja y los siguientes 10 kilómetros fueron de los más maravillosos que recuerdo. Bajando por unos bosques repletos de agua, cascadas y ríos.



Casi al final de la bajada tuve mi primer aviso, llantazo en la rueda delantera seguido de los comentarios de mis compañeros: "Vas demasiado rápido, tío" "Si sigues así tu bicicleta no va a durar nada" , etc. Lo arreglamos en un periquete y acabamos la bajada más tranquilamente. Quedaba solo la recta final, 20 kilómetros del peor rípio bacheado que uno se puede encontrar para llegar a Caleta Tortel. És una destinación que muchos ciclistas evitan debido a que esos 20 kilómetros son muy duros y te alejan de la ruta principal pero nosotros decidimos llegarnos allí y creo firmemente que valió la pena (juzgad vosotros mismos).






Estábamos completamente molidos pero personalmente el pueblo me gustó mucho, no hay calles convencionales ni nada apoyado directamente sobre el suelo, está construido sobre estructuras de madera (incluso sus calles) y como no el camping, donde las tiendas se plantan sobre plataformas de madera.



Allí pasamos la noche los 4 ciclistas e Iris. El resto, después de no encontrar un lugar para pasar la noche a su gusto, decidió proseguir la ruta un poco más. Esa noche fuimos a pasear por el pueblo y cenamos en el puerto, acompañados de abundante vino y pan con queso.


Comentarios