La visita a Santiago fue muy completa y pudimos seguir solucionando las cosas que teníamos pendientes antes de salir. Hicimos unas compras, Troels arregló su bicicleta y lo pasamos en grande. Cogimos un tour para visitar los mercados y el centro de la ciudad donde aprovechamos para hablar con el resto de componentes del tour y así coger ideas.
Esa misma noche también quedamos con un amigo de Troels y nos fuimos a carretear los 3 por el famoso barrio de Bellavista. Fue una noche bastante épica en la que terminamos comiendo una pizza familiar, alitas de pollo y patatas fritas a las 6 de la mañana en un Telepizza de la ciudad.
El día siguiente, recibimos un mensaje de Pauline y Simon (la pareja de ciclistas franceses) que al final querían tomar la misma ruta que nosotros por si queríamos ir con ellos. Nosotros lo vimos como una gran oportunidad para hacer algo nuevo y nos volvimos a Valparaiso para partir al día siguiente. Ése día, fue uno de los que no se olvidan y no por la belleza del paisaje!
Llevábamos 45 km cuando Simon y yo nos encontramos esperando durante más de 5 minutos a que Troels y Pauline aparecieran pero no. Decidimos empezar a retroceder y de repente apareció Pauline en un coche con la bicicleta de Troels detrás. Una cosa muy rara pero resulta que los dos tuvieron averías simultáneas. Allí paró una mujer: Patricia, que ofreció su ayuda enseguida. Al final nos acabó llevando a los 4 a su casa para pasar la noche junto a ella y a sus 3 perros. Nos dió de comer, de cenar y de desayunar y al día siguiente hasta acompañó a Troels al mecánico en un pueblo a 20 km de su casa (la avería de Pauline se pudo reparar en la casa). Muchas gracias por todo Patricia! Fue genial que nos encontrara y poderla conocer!
Al día siguiente nos llegamos al pueblo donde Troels estaba, pero no había encontrado un mecánico que lo pudiera ayudar. Al final encontramos uno que se lo arregló y a la que nos queríamos poner a pedalear ya era mediodía así que decidimos comer antes de salir. Al final salimos y acabamos haciendo uns 50 kilómetros ése día (no sin un par de averías más en la bici de Troels). Al día siguiente nos propusimos llegar a Los Andes y hacer unos kilómetros más. Debíamos probar de hacer el máximo posible ya que el siguiente día tocaba la ascensión al gran paso de los Libertadores (3.214 m) y Los Andes quedaba a 900 m. Debido al calor y a la ya latente dureza del terreno no logramos hacer muchos más y nos fuimos a dormir temprano poniendo el despertador para anticiparse al gran día lo más posible.
El gran día llegó y Troels y yo nos despertamos con ganas de darlo todo así que empezamos a tirar como locos desde el principio. En pocos minutos estábamos solos, y así estaríamos hasta la llegada a la ciudad de Mendoza, 3 días después. Recuerdo que los primeros 40 kilómetros hasta llegar a la famosa subida de los caracoles fueron durísimos, a velocidades que oscilaban entre los 5 y los 13 kilómetros por hora. Nos paramos allí a comer, justo al pie de la subida y pudimos contemplar con admiración y respeto, cada una de sus curvas.
Después de comer hicimos una pequeña siesta de 30 minutos para ver si Simon y Pauline aparecían, y al ver que no, emprendimos la subida. Troels empezó muy fuerte y yo me lo tomé con más filosofía pero al final llegamos arriba y pudimos tomar un par de fotos maravillosas.
La etapa se completaba después de un tramo de 8 kilómetros más de subida, el cruce del túnel del Cristo Redentor (por obligación dentro de una pickup) y una bajadita hasta pasar el pueblo del Valle del Inca. Un total de 77 kilómetros y 2.450 m de desnivel positivo dejaron a los policías de la frontera totalmente sorprendidos y a nosotros totalmente muertos y preparados para dormir, soñando en los siguientes 200 kilómetros de bajada hasta Mendoza...
El despertar fue precioso, con el sol y este paisaje.
Pero el pedaleo no fue tan fácil como esperábamos y los 120 kilómetros hasta Portrerillos se nos hicieron muy duros! Sobretodo después de Uspallata, donde fuertes rachas de viento nos empezaron a dificultar el avance. A partir de ese momento, empezamos a utilizar los relevos y gracias a ello nos lo pasamos bien y acabamos enzarzándonos en una batalla sobre quien daba un relevo más fuerte y duradero.
Llegamos a Portrerillos y nos dirigíamos al supermercado cuando Troels emitió un gemido. Después de girarme, comprobé que un perro callejero le había dejado los dientes marcados en el gemelo por lo que fuimos al ambulatorio y después a la policia, para presentar la denuncia por temas de seguros. El médico dijo que debía ir a Mendoza el día siguiente para poner la vacuna antirábica. Comimos una buena cena y fuimos a dormir a un parque cerca delc entro del pueblo para el día siguiente despertarnos temprano y partir. En el camino a Mendoza, tuvimos la suerte de toparnos con uno de los mejores bocadillos de nuestras vidas! Pura carne de vacuno cocinada al fuego.
En Mendoza iba a hacer mi estreno como Couchsurfer pero al final no nos entendimos con el chico que nos iba a alojar y acabamos en un hostel. El hostel estaba muy bien de precio y encontramos gente muy buena onda con la que realizamos diferentes actividades durante nuestra estancia allí. Salimos a tomar algo un par de días, jugamos mucho a cartas, fuimos un día a las termas de Cacheuta y también fuimos a catar vinos (la actividad por excelencia en Mendoza).
Después de 3 días muy divertidos, llegó el momento de decir adiós. Fue un poco difícil ya que no era sólo un adiós a Mendoza, sinó también a mi buen amigo Troels. En este punto de la ruta yo sigo dirección este, para Rosario y Buenos Aires y él hacia el norte. Te hecharé de menos amigo!
Esa misma noche también quedamos con un amigo de Troels y nos fuimos a carretear los 3 por el famoso barrio de Bellavista. Fue una noche bastante épica en la que terminamos comiendo una pizza familiar, alitas de pollo y patatas fritas a las 6 de la mañana en un Telepizza de la ciudad.
El día siguiente, recibimos un mensaje de Pauline y Simon (la pareja de ciclistas franceses) que al final querían tomar la misma ruta que nosotros por si queríamos ir con ellos. Nosotros lo vimos como una gran oportunidad para hacer algo nuevo y nos volvimos a Valparaiso para partir al día siguiente. Ése día, fue uno de los que no se olvidan y no por la belleza del paisaje!
Llevábamos 45 km cuando Simon y yo nos encontramos esperando durante más de 5 minutos a que Troels y Pauline aparecieran pero no. Decidimos empezar a retroceder y de repente apareció Pauline en un coche con la bicicleta de Troels detrás. Una cosa muy rara pero resulta que los dos tuvieron averías simultáneas. Allí paró una mujer: Patricia, que ofreció su ayuda enseguida. Al final nos acabó llevando a los 4 a su casa para pasar la noche junto a ella y a sus 3 perros. Nos dió de comer, de cenar y de desayunar y al día siguiente hasta acompañó a Troels al mecánico en un pueblo a 20 km de su casa (la avería de Pauline se pudo reparar en la casa). Muchas gracias por todo Patricia! Fue genial que nos encontrara y poderla conocer!
Al día siguiente nos llegamos al pueblo donde Troels estaba, pero no había encontrado un mecánico que lo pudiera ayudar. Al final encontramos uno que se lo arregló y a la que nos queríamos poner a pedalear ya era mediodía así que decidimos comer antes de salir. Al final salimos y acabamos haciendo uns 50 kilómetros ése día (no sin un par de averías más en la bici de Troels). Al día siguiente nos propusimos llegar a Los Andes y hacer unos kilómetros más. Debíamos probar de hacer el máximo posible ya que el siguiente día tocaba la ascensión al gran paso de los Libertadores (3.214 m) y Los Andes quedaba a 900 m. Debido al calor y a la ya latente dureza del terreno no logramos hacer muchos más y nos fuimos a dormir temprano poniendo el despertador para anticiparse al gran día lo más posible.
El gran día llegó y Troels y yo nos despertamos con ganas de darlo todo así que empezamos a tirar como locos desde el principio. En pocos minutos estábamos solos, y así estaríamos hasta la llegada a la ciudad de Mendoza, 3 días después. Recuerdo que los primeros 40 kilómetros hasta llegar a la famosa subida de los caracoles fueron durísimos, a velocidades que oscilaban entre los 5 y los 13 kilómetros por hora. Nos paramos allí a comer, justo al pie de la subida y pudimos contemplar con admiración y respeto, cada una de sus curvas.
Después de comer hicimos una pequeña siesta de 30 minutos para ver si Simon y Pauline aparecían, y al ver que no, emprendimos la subida. Troels empezó muy fuerte y yo me lo tomé con más filosofía pero al final llegamos arriba y pudimos tomar un par de fotos maravillosas.
La etapa se completaba después de un tramo de 8 kilómetros más de subida, el cruce del túnel del Cristo Redentor (por obligación dentro de una pickup) y una bajadita hasta pasar el pueblo del Valle del Inca. Un total de 77 kilómetros y 2.450 m de desnivel positivo dejaron a los policías de la frontera totalmente sorprendidos y a nosotros totalmente muertos y preparados para dormir, soñando en los siguientes 200 kilómetros de bajada hasta Mendoza...
El despertar fue precioso, con el sol y este paisaje.
Pero el pedaleo no fue tan fácil como esperábamos y los 120 kilómetros hasta Portrerillos se nos hicieron muy duros! Sobretodo después de Uspallata, donde fuertes rachas de viento nos empezaron a dificultar el avance. A partir de ese momento, empezamos a utilizar los relevos y gracias a ello nos lo pasamos bien y acabamos enzarzándonos en una batalla sobre quien daba un relevo más fuerte y duradero.
Llegamos a Portrerillos y nos dirigíamos al supermercado cuando Troels emitió un gemido. Después de girarme, comprobé que un perro callejero le había dejado los dientes marcados en el gemelo por lo que fuimos al ambulatorio y después a la policia, para presentar la denuncia por temas de seguros. El médico dijo que debía ir a Mendoza el día siguiente para poner la vacuna antirábica. Comimos una buena cena y fuimos a dormir a un parque cerca delc entro del pueblo para el día siguiente despertarnos temprano y partir. En el camino a Mendoza, tuvimos la suerte de toparnos con uno de los mejores bocadillos de nuestras vidas! Pura carne de vacuno cocinada al fuego.
En Mendoza iba a hacer mi estreno como Couchsurfer pero al final no nos entendimos con el chico que nos iba a alojar y acabamos en un hostel. El hostel estaba muy bien de precio y encontramos gente muy buena onda con la que realizamos diferentes actividades durante nuestra estancia allí. Salimos a tomar algo un par de días, jugamos mucho a cartas, fuimos un día a las termas de Cacheuta y también fuimos a catar vinos (la actividad por excelencia en Mendoza).
Después de 3 días muy divertidos, llegó el momento de decir adiós. Fue un poco difícil ya que no era sólo un adiós a Mendoza, sinó también a mi buen amigo Troels. En este punto de la ruta yo sigo dirección este, para Rosario y Buenos Aires y él hacia el norte. Te hecharé de menos amigo!
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