La alegría llegó

Un día más amaneció lloviendo y con Emilio ya nos habíamos prometido no pedalear en condiciones adversas. Siguiendo lo que la infalible aplicación Yr decía, pactamos de salir a las 14 de Chaitén. Nona, que estaba impaciente por salir, no nos hizo caso y decidió emprender la marcha a eso de las 11. Nosotros nos quedamos charlando con compañeros del cámping durante la mañana mientras zampábamos galletas de chocolate. Cuando el día clareó salimos y nos fuimos hacia el objetivo del día, subir al volcán Chaitén. Después de 35 kilómetros pedaleando llegamos a la base del sendero, donde un camino repleto de escaleras nos aguardaba hasta la cumbre. Cuando estábamos apunto de llegar, nos cruzamos con Nona, Iris y Felipe, otro compañero de la familia Candelario que venía de Santiago e iba viajando a dedo. Hicimos cumbre con Emilio disfrutando de estas preciosas vistas del volcán.





Bajamos rápidamente y decidimos acampar los 5 en la base del sendero. Ahí nos pusimos a planear el día siguiente, que constaba de dos trekkings y un camino de 40 kilómetros hasta el siguiente ferri con destino Hornopirén. Al final los dedistas no tuvieron suerte y Nona, Emilio y yo hicimos el trekking de las cascadas, pasando por un bosque de alerces precioso.



Después llegamos a Caleta Gonzalo (de donde salía el ferri), y mientras esperábamos aparecieron los bomberos. Nuestra buena amiga Laura, también de Girona, y David un compañero suyo de profesión. La familia había crecido a 7 y juntos cogimos el ferri, no sin antes empezar una guerra de pedos entre David, Nona, Laura y yo que no terminaría hasta que nos separamos.



Una vez en Hornopirén, fuimos a buscar un lugar donde comer pescado y encontramos una feria donde pudimos hacer nuestro deseo realidad. Después, con la experiencia de Felipe, encontramos un lugar donde acampar gratis a las afueras de la ciudad. Nuestro siguiente gran destino lo fijamos en el valle de Cochamó y al día siguiente partimos todos, los 5 ciclistas juntos y Felipe e Iris para hacer dedo. Analizando el mapa vimos que había una ruta alternativa a la carretera Austral que pasaba por la costa y decidimos tomarla. No pudo ser mejor opción ya que fue una de las rutas más bonitas que recuerdo en todo lo que llevamos de viaje.




La ruta estaba repleta de pequeños pueblitos de pescadores y yo intuía que en algún lugar nos venderían pescado fresco. Encontramos una playa muy bonita y mientras los viajeros se relajaban, Laura y yo nos fuimos en busca de pescado. Al final, en una casa cercana nos vendieron estas 3 merluzas por 1.000 pesos chilenos (1,4 €).



Después cortamos patatas, cebollas y tomates y lo pusimos todo en una bandeja de horno que nos dejaron los propietarios de la casa. Le pusimos vino blanco por encima y hicimos un fuego en la playa donde se cocinó el pescado. Riquísimo!!!!! Y acompañado de buen vino chileno todavía más!





El día siguiente proseguimos la ruta por la costa y llegamos el pueblo de Llaguepe ya cansados. Buscando un poco encontramos una casa donde ponía que se podía acampar y nos quedamos ahí. El propietario de la casa era Juan, un señor super amable que hasta nos cocinó, nos secó la ropa y nos preparó un desayuno riquísimo a base de sopaipillas (el descubrimiento favorito de Emilio junto con las empanadas).



De ahí a Cochamó había 50 kilómetros y los hicimos tranquilamente con las vistas al volcán Yate a lo largo de la ruta. En Cochamó nos esperaban Iris y Felipe, que habían llegado dos días antes y juntos nos tomamos una cerveza. Más tarde, Felipe y los 5 ciclistas, decidimos emprender el camino hacia el valle de Cochamó (un lugar precioso con muchos trekkings) mientras Iris decidía quedarse esperando la llegada de una amiga suya de Taiwán. Dormimos cerca de la entrada en un bosquecito y el día siguiente, después de dejar las bicicletas, caminamos los 14 kilómetros que separaban la entrada al parque de La Junta (donde todos los trekkings empiezan y donde estan los campings de la zona). Llegamos arriba cansados, ya que los 14 kilómetros estaban repletos de barro y ese día fuimos a ver solo los Toboganes (unos toboganes de roca natural de donde nace uno de los ríos de la zona). De vuelta a la Junta, paramos a comer un delicioso Kuchen en uno de los campings y mientras charlábamos apareció Iris. Estuvimos haciendo la siesta durante media hora y nos fuimos a buscar un lugar donde acampar gratis y planear el gran trekking del día siguiente, la subida al Cerro del Arco Iris.





Se presentaba un día intenso, ya que íbamos a subir al Cerro y volver (trekking de 8 horas), bajar los 14 kilómetros hasta la entrada, y hacer los 16 kilómetros en bici y dedo hasta Cochamó, donde habíamos reservado mesa en un restaurante para cenar Cordero al Palo (la gran especialidad de la Patagonia) a las 9. A sabiendas de lo que nos esperaba nos levantamos a las 5, con todo oscuro, desayunamos, escondimos el material y empezamos la subida con los frontales puestos. Después de un largo camino y de alguna situación que personalmente me puso los pelos de punta, a la 13 del mediodía llegábamos arriba (que vistas más impactantes).




Comimos allí y empezamos el via crucis para llegar a tiempo a Cochamó, plantar las tiendas en el cámping, ducharnos e irnos a cenar. Lo hicimos todo a tiempo pero la cena estuvo muy por debajo de las expectativas del grupo. Al final, acabamos discutiéndonos con el propietario del restaurante que no nos quiso compensar de ninguna manera (un desgraciado), y aunque nos pusimos las botas, nos fuimos a dormir un poco mosqueados. 


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