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Uri cogió el bus desde justo delante del camping a las 9 de la mañana después de una ronda de abrazos emotivos. Los 4 restantes: Roberto, Iris, Nona y yo teníamos el plan de subir a Cerro Castillo sin pagar ni un peso (la entrada vale 10.000 por persona). Daban lluvia hasta las 11 así que nos lo tomamos con calma y salimos a las 10:30 cuando la lluvia era ya casi inexistente. El trekking fue precioso. Primero subimos por la ladera izquierda de la montaña que está delante del Cerro Castillo, divisando cerca de la cumbre el también precioso Cerro Torre. Subimos hasta 1.700 metros, poniéndonos a la altura del glaciar con unos últimos 400 metros de ascensión peleándonos con el viento y saltando de roca en roca. Depsués de hacer cumbre, bajamos por la ladera derecha hasta llegar a la laguna y bajamos por el camino de pago que todo el mundo usa. Aquí podéis ver unas fotos del trekking!







Poco después de llegar al camping apareció Emilio, y decidimos celebrarlo con uno de mis platos favoritos: macarrones a la boloñesa con mucho queso, acompañados como no de un buen vino chileno y un helado de dulce de leche de postre.

La cena también tenía la intención de darnos energía a mi y a Nona para el día siguiente poder realizar los 96 km con 1400 metros de desnivel que separan Cerro Castillo de la gran metrópolis de la Carretera Austral: Coyhaique. La idea de Nona, después de verse frustrados sus múltiples intentos de acudir a una fiesta costumbrista, era aprovechar que era sábado para salir de bares por ahí (idea que a mi también me encantó).



La ruta fue preciosa, y hasta vimos un huemul (nosotros dudábamos de su existencia después de leer tanto y ver nada).



Todo iba muy bien, comimos en una parada de bus pan con palta (aguacate), atún y tomate (buenísimo). Pero faltando 30 kilómetros, hicimos una pausa para comer galletas y beber agua. Yo que siempre me entretengo un poco más, salí 2 minutos más tarde y al minuto baaaaang! Segunda rotura de cadena.... Grité, grité y grité peró Nona no me oyó y siguió para adelante. Al ver eso, me puse manos a la obra y en esas que me tiré una hora entera para realizar la reparación. Seguí pedaleando y llegué hasta Coyhaique sin rastros de Nona por el camino. Por suerte, al llegar al camping, allí estaba ella con Iris ya duchaditas y con la carpa montada (un trabajo menos! jeje) Me duché, me vestí y mientras empezamos a cenar apareció el bueno de Roberto con una botella de vino (el se hospedaba en un Hostel ya que eso de montar la carpa no le gusta demasiado).



Comimos, bebimos un poco y nos fuimos de marcha por Coyhaique! Fuimos a un karaoke, el único lugar que creyeron que teníamos más de 18 años (os juro que en los otros no nos dejaban sin el carné). Nos pedimos algunas birras y algún que otro Tequila. Al final acabé cantando Pájaros de barro de Manolo García, bellísima canción que destrocé nada más empezar... haha Después vino Nona con algo de Estopa y más de lo mismo... Pero nos lo pasamos en grande los 4 charlando con toda la gente local y hasta nos acabaron llevando al camping en coche! Genial!


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