La vida sigue

El siguiente día me desperté con energías renovadas, no se porque pero en 3 horas ya había lavado y colgado toda mi ropa, arreglado las cremalleras de la tienda, y apañado las maletas de la bicicleta con unos tornillos que compré en la ferretería. Otra buena noticia fue el descubrimiento de que mi cámara estaba viva! Probé la bateria de repuesto y resulta que el accidente coincidió con el momento en que se vació mi primera batería y no supuso su fin como pensé. Luego me fui al supermercado, y a la vuelta ya vino otro cliente al camping. Fui tan feliz de poder hablar con un viajero.... Al final vinieron 5 y estuvimos compartiendo expereiencias por la noche. Uno de ellos era una chica francesa que andaba en bicicleta y que me dio valiosos consejos sobre la ruta que tenía por delante.
El día siguiente nos despertamos temprano e hicimos unos metros juntos, yo luego me dirigí al norte y ella hacia el sur. Después de 1 hora y media ya estaba de nuevo en Futillar comiendo un delicioso Kuchen y disfrutando de sus maravillosas vistas.

 


Después de Frutillar, cometí el error de querer seguir por la costa y tuve que comerme 35 kilómetros de ripio bastante malo que me dejó completamente exhausto. Aún así, pude sacar un par de buenas fotos del volcán Osorno.


Seguí durante unos kilómetros más y llegué al pueblo de Puerto Octay. Había oido bastante sobre él pero no me pareció muy bonito. Aun así, encontré algo que me llamó mucho la atención, su precioso cementerio delante del lago con vistas al volcán.


Al final, deicidí pasar la noche ahí en un camping que estava en la playa, donde pasé lo que quedaba de tarde y la noche. A la mañana siguiente y después de un día de pedaleo ya me noté más fuerte y pude hacer casi 100 kilómetros con poco desnivel. Por el camino me encontré con el bonito Lago Rupanco.


Al final, tremendamente cansado, acabé probando de dormir debajo de un puente cerca del Parque Puyehue. Había agua, estaba cubierto y podía atar la bicicleta, lo tenía absolutamente todo. Pero cuando ya solo me faltaba poner la carpa, descubrí que el suelo estaba lleno (llenísimo) de cacas de ratón.



Lo cogí todo rápido y volví a subir, después de aprovechar el acceso al río para recargar provisiones. Al estar tan cansado, me negaba a seguir pedaleando en busca de un lugar decente para acampar. Al final, me fijé que justo delante mío había un cercado con una puerta un poco rota que me permitía acceder al interior sin tener que hacer equilibrios muy complicados. Me fijé que el campo estaba también llenísimo de caca, pero esta vez de unos animales un poco más grandes. Encontré un lugar más o menos limpio y planté la carpa, pero sabía que al día siguiente debía salir muy temprano por si acaso el animal de la caca grande aparecía por allí. Y no me equivoqué, fue justo cerrar maletas y salir de allí que al girar me encontré con esto.



Después de un rico desayuno de leche en polvo con Muesli, un clásico en mi dieta acompañado de un cafetito, empecé a pedalear dirección a la frontera. Pasé relativamente temprano y empecé con un grupo de 3 ciclistas argentinos que subían sin maletas a hacer el puerto en un día. Cuando llegué arriba, me encontré con su familia que me vinieron a saludar y me preguntaron por los otros 3. Estuvimos conversando durante media hora sobre el viaje y el mundo de la bicicleta hasta que aparecieron los 3 heroes (eran 40 kilómetros de subida non stop) y nos hicimos todos una foto juntos. Después me dieron un bocadillo y fruta, que me fue genial para afrontar los últimos 45 kilómetros con energía.

   
Llegué a Villa la Angostura después de una dura jornada de 106 kilómetros y después de pasar por el banco y el supermercado, me fui al camping más barato de la ciudad a dormir, que encontré gracias a la recomendación de un ciclista que me paró por la ciudad.





Comentarios

  1. Molt bé! M' alegra q vagis trobant més gent al teu viatge i que continuiis trobant llocs tant macos.
    Petons!! I força al pedal!

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